Versículo clave:
“Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón.”
— Oseas 2:14 (RVR1960)
Reflexión:
El desierto, en la Biblia, no es solo un lugar de soledad o sequedad; es también un lugar de encuentro con Dios. Muchas veces el Señor permite que pasemos por temporadas de desierto —momentos donde no vemos abundancia, donde nos sentimos solos o donde nuestras fuerzas parecen acabarse—, pero no para destruirnos, sino para hablarnos de una manera especial.
En el bullicio de la vida diaria, entre ocupaciones y distracciones, es fácil no escuchar la voz de Dios. Por eso, Él nos lleva a espacios donde todo lo demás calla, y solo su voz permanece. En el desierto aprendemos a depender totalmente de Él, descubrimos que su gracia es suficiente, y que aun en medio de la sequedad, Él puede hacer brotar ríos de agua viva.
El desierto no es permanente; es un tiempo de preparación. Fue en el desierto donde Moisés fue llamado, donde Elías escuchó el silbo apacible, y donde Jesús venció la tentación. Así también, Dios puede usar tu desierto para fortalecerte, purificar tu corazón y prepararte para lo que viene.
Hoy, si te encuentras en un desierto espiritual, no lo veas como un castigo, sino como una oportunidad de intimidad con Dios. Él quiere hablar a tu corazón y recordarte que no estás solo.
Oración:
Señor, gracias porque aun en los desiertos de mi vida, Tú estás presente. Abre mis oídos para escuchar tu voz y mi corazón para obedecerte. Haz que este tiempo de silencio sea un tiempo de encuentro contigo y de renovación en tu presencia. Amén.
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