Versículo clave:
"Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas." — Salmos 147:3 (RVR1960)
Reflexión:
La sanidad interior es más que la ausencia de dolor; es la restauración profunda que Dios hace en nuestro ser. Muchas veces caminamos con heridas invisibles: palabras que nos marcaron, traiciones que no entendimos o pérdidas que nunca supimos procesar. Estas heridas no siempre se ven por fuera, pero pesan en el alma y afectan cómo pensamos, sentimos y actuamos.
Jesús vino no solo a perdonar nuestros pecados, sino también a sanar nuestro corazón. Él conoce cada lágrima que hemos derramado en silencio y cada pensamiento que nos roba la paz. La sanidad interior comienza cuando le entregamos esas heridas y dejamos que su amor entre en las áreas más ocultas de nuestra vida.
Dios no trabaja a medias: Él no solo limpia la herida, sino que la transforma en testimonio. Las marcas que antes nos dolían se convierten en señales de Su gracia y poder. La sanidad interior es un proceso, y ese proceso empieza confiando en que Aquel que nos creó también sabe cómo restaurarnos por completo.
Oración:
Señor, hoy traigo delante de Ti mi corazón y mis heridas. Tú conoces lo que nadie más conoce. Te entrego mi dolor, mi pasado y mis temores. Sáname, restaura mi alma y lléname de Tu paz. Haz que las heridas se conviertan en testimonio de Tu amor. En el nombre de Jesús, amén.
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