📖 Versículo clave:
“Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
— Juan 14:26
Reflexión
Jesús sabía que sus discípulos enfrentarían momentos de dolor, incertidumbre y soledad después de su partida. Por eso les prometió el regalo más valioso: la presencia constante del Espíritu Santo. Él es llamado “Consolador” porque su labor va más allá de dar palabras de aliento; su obra es traer descanso, esperanza y fortaleza en medio de la aflicción. El Espíritu Santo no es una fuerza impersonal, sino una persona divina que camina con nosotros, nos enseña y nos recuerda que en Cristo tenemos victoria.
En la vida todos atravesamos situaciones donde sentimos que el peso es demasiado grande: pérdidas, traiciones, enfermedades, preocupaciones familiares o financieras. En esos momentos, el enemigo busca hacernos creer que estamos solos y olvidados. Pero el Consolador nos susurra a lo más profundo del corazón que Dios está presente, que no nos abandona, y que aun las pruebas pueden obrar para bien si permanecemos confiados en el Señor.
El Espíritu Santo no solo consuela, sino que también transforma nuestro lamento en adoración. Nos recuerda la Palabra de Dios cuando más la necesitamos y nos da fuerzas que no son nuestras para seguir adelante. Cuando el dolor nos paraliza, Él nos impulsa. Cuando la duda nos invade, Él nos revela la verdad. Y cuando el corazón se siente vacío, Él derrama el amor de Dios en nosotros como un río que nunca se seca.
Por eso, cada día debemos cultivar una relación íntima con Él. No basta con saber que existe, es necesario abrirle la puerta de nuestro corazón, permitir que nos dirija, nos aconseje y nos renueve. Solo así podremos experimentar una paz que sobrepasa todo entendimiento, una paz que no depende de las circunstancias, sino de la presencia fiel de nuestro Consolador.
Oración
Señor, gracias por no dejarme solo en medio de las luchas de la vida. Gracias por enviar a tu Espíritu Santo para que me consuele, me guíe y me fortalezca. Ayúdame a ser sensible a su voz y a descansar en su paz cada día. Que mi corazón aprenda a confiar en ti aun en la tormenta, sabiendo que tu Consolador está conmigo siempre. Amén.
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